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La pobreza es una realidad compleja y multifacética que afecta a millones de personas en todo el mundo. Según el Banco Mundial, casi 700 millones de individuos viven en condiciones de pobreza extrema, subsistiendo con menos de USD 2,15 al día. Esta situación se ve agravada por factores como conflictos, crisis económicas y desastres naturales, que pueden borrar décadas de progreso en un instante. La pobreza no solo se mide por la falta de ingresos, sino también por la carencia de acceso a servicios básicos como la salud, la educación y la infraestructura. Además, la desigualdad de ingresos sigue siendo un problema global significativo, exacerbado por eventos como la pandemia de COVID-19, que ha afectado desproporcionadamente a los más pobres, duplicando sus pérdidas de ingresos en comparación con los más ricos y provocando retrocesos en la salud y la educación que podrían tener efectos duraderos en sus perspectivas de ingresos futuros.
La pobreza infantil es particularmente preocupante, ya que los niños tienen el doble de probabilidades que los adultos de vivir en extrema pobreza. Representan el 31% de la población mundial, pero más de la mitad de las personas en situación de pobreza extrema. Abordar la pobreza requiere un enfoque holístico que no solo se centre en el crecimiento económico, sino también en la protección de los más vulnerables y en la promoción de la equidad en el acceso a oportunidades.
El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) es una herramienta que ayuda a monitorear la pobreza más allá de los ingresos, considerando aspectos como la educación, la salud y el nivel de vida. Este índice revela que, aunque algunos países han logrado reducir significativamente la pobreza, aún queda mucho por hacer, especialmente en áreas rurales y en regiones como África subsahariana y el sur de Asia, donde reside la mayoría de las personas en condiciones de pobreza multidimensional.
La lucha contra la pobreza es un desafío global que requiere la cooperación internacional, políticas bien informadas y la participación activa de todos los sectores de la sociedad. Es esencial que los encargados de formular políticas redoblen sus esfuerzos para crear economías inclusivas y resilientes que puedan soportar choques futuros y mejorar el bienestar de todos, especialmente de aquellos en las situaciones más precarias. La pobreza no es solo una cuestión de caridad, sino de justicia y derechos humanos, y su erradicación es fundamental para lograr un mundo más justo y equitativo.
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